Ninguna música refleja mejor la adolescencia que el Rock Progresivo, por ello los que amamos esta música no podemos ni definirla ni encapsularla en un concepto concreto: es dinámica, compleja, tiene múltiples vértices y jamás se detiene sino que se expande en una especia de endogamia enriquecedora que, lejos de convertirla en algo maduro supone, segundo tras segundo, un eterno e infinito vórtice similar al circuito cerrado de una fuente; sube para bajar porque debe subir o, como diría Gabriel, entra para poder salir, y a nosotros nos encanta sumergirnos y dejarnos llevar por su flujo turbulento, plácido, complejo y a veces violento.
Wilson,Gabriel,Howe,Fripp,Hackett,Phillips,Parsons,Waters,Eno,Banton,Emerson,Jackson,Akkerman, y otros muchos, son sólo eternos adolecentes que se han ido turnando, repartiendo, adecuando, y entregando el testigo de una llama que no cesa, ni cesará, mientras se sigan haciendo discos como The Raven, una obra redonda de música progresiva o adolescente que no sería justo decir que tiene esas referencias sino que supone sólo una gota más que se integra en ese vórtice precioso que no cesa, sus temas ya no pertenecen a su autor porque su autor no se pertenece a sí mismo, está atrapado en las letras de Poe como lo estuvo Parsons y en los teclados o guitarras que todos reconocemos enseguida: eso es Prog ¡¡ luego existe.

VIVA EL PROG¡¡¡¡.
